El Viejo almacén
En la madrugada del 5 de noviembre, antes de la salida del sol, llamaradas rojizas ardían devorando el viejo almacén.
No se podía respirar, el humo contaminaba el barrio que interrumpió su descanso por el incendio. ¡Todos corrían en el intento por ayudar!
Don Chicho, desconsolado ejercía terribles esfuerzos por amortiguar las bocanadas de dragón enfurecido, que consumían el establecimiento.
Remembranzas lo situaban en su niñez, junto a sus abuelos comerciantes, en aquel negocio familiar donde pasaba largas horas. Allí hijos y nietos jugaron a las escondidas y otros entretenimientos, entre los que sobresalían caramelos ocultos en los bolsillos y robados “al Viejo” despachante de turno.
. Sonaban las sirenas, en tanto se observaban hombres que corrían intentando mitigar la hoguera.
¡No quedaba nada!
La situación del almacén era más delicada cada vez; junto a las cenizas se desplomaban los recuerdos de generación en generación. De entre ellas se distinguía un cofre de hierro, el cual había viajado junto a sus antepasados. Aquellos bomberos habían hecho lo imposible para controlar la flama.
. Las lágrimas de Don Chicho y su desconsuelo se dibujaban en el rostro de la gente. En un instante, se incineraron un volcán de recuerdos junto al viejo almacén.
Autor: José M. Palet |